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Showing posts from 2014

El Dios a quien yo sirvo

Un joven que trabajaba en el ejército era humillado constantemente por ser cristiano.   Un día, su superior, queriendo humillarlo delante del pelotón, llamó al soldado y le dijo:   - Joven venga aquí, tome la llave y vaya hacia aquel Jeep y estaciónelo allá al frente.   El joven soldado dijo:   - No sé manejar, señor.   - Entonces… -dijo el superior- ¡Vamos! ¡Pida ayuda a su dios! ¡Muéstrenos que él existe!   El soldado agarró la llave y, mientras iba al vehículo, empezó a orar. Subió, puso la llave en el arranque, movió la palanca de velocidades y manejó estacionándolo perfectamente. Al salir del Jeep, el soldado vio a todos aquellos que estaban llorando y diciendo: "Nosotros queremos servir a tu dios."   El joven soldado, espantado, preguntó qué estaba sucediendo. A lo que el superior, llorando, abrió el capo del Jeep y le mostró que el carro estaba sin motor. Entonces el joven dijo:   - ¿Están viendo? Ese es el Dios a quien yo sirvo, el Dio

Fijar la mirada

Un sabio decía que nuestra forma de pensar se congela y nos quedamos recorriendo siempre los mismos caminos, pues la mente se fija a las cosas que pensamos. Hoy en día este fenómeno se conoce como "paradigma". Imaginemos que vamos en bicicleta por una carretera: el aire fresco golpeándonos el rostro; los árboles, las nubes, la naturaleza, las aves, los montes lejanos… Imaginemos que de pronto vemos una gran piedra en medio del camino. Si fijamos toda nuestra atención en la piedra -es decir, en el obstáculo-, por más que sólo ocupe un breve espacio en la carretera, terminaremos chocándonos con ella. Pensemos cuántas veces descubrimos un obstáculo en la vía y, al asumirlo como si fuera lo único, hacemos desaparecer todas las demás opciones (los árboles, las nubes, el resto del camino), dirigiéndonos irremediablemente hacia él, hacia la piedra. No permitamos hoy que los obstáculos desvíen nuestra atención y nos hagan creer que ya no hay salida, siempre hay o

La mujer y la gallina

Una mujer viuda tenía una gallina que le ponía un huevo todos los días. Pensó que si le daba más cebada pondría dos huevos, y aumentó su ración. Pero la gallina engordó y ya no pudo ni poner una vez al día.   Si sin control ni sabiduría fuerzas lo que ya te está sirviendo para que te dé más, sólo obtendrás que perderás lo que ya tienes.   Esopo

Arco iris

Cuando Fernando de Lesseps oyó que Mohamed Said, su amigo de la infancia, había sido nombrado virrey de Egipto, no perdió tiempo en dirigirse al Cairo. Ambos hombres estaban de buen humor cuando se encontraron en las afueras de Alejandría, el 13 de noviembre de 1854. De Lesseps había venido a Egipto para hablar con Said acerca de la idea de un canal que él tenía, pero no la expuso inmediatamente. En su lugar, esperó una señal de Dios. Cuando se levantó a la mañana antes del amanecer, supo que el momento había llegado. Más tarde escribió: "Los rayos del sol ya iluminaban el horizonte al oriente; al occidente aún todo estaba oscuro y nublado. Súbitamente vi un arco iris de vívidos colores extendiéndose en el cielo de este a oeste. Debo admitir que mi corazón golpeaba aceleradamente, por... esta señal de un pacto... parecía presagiar que había llegado el momento de la unión entre el este y el oeste". De Lesseps se dirigió inmediatamente a la tienda de Said y, antes de term

Venta por Divorcio

Una de las costumbres de la clase media de los Estados Unidos es lo que llaman "venta en el garaje". Cuando una familia ha amontonado objetos que ya no necesita, saca todo al garaje de la casa y pone un cartel que dice: "Venta en el garaje", y los vecinos vienen a surtirse de enseres domésticos baratos. Jorge Najar y su esposa Jennifer, del estado de Ohio, Estados Unidos, decidieron divorciarse después de ocho años de casados. Juntaron todas las cosas que habían comprado para adornar su hogar en el lapso de los ocho años, las pusieron en el garaje y colocaron un cartel que decía: "Venta por Divorcio". Durante diez días estuvieron ambos vendiendo sus cosas. Cada objeto del que se desprendían era un recuerdo de su vida matrimonial que se reanimaba: aquí un velador, allí un cuadro, más allá una plancha eléctrica, un televisor, un juego de loza. Cada objeto era un recuerdo de algún momento feliz que, después de todo, habían pasado juntos. A los

El Perro Jefe

Entre los perros que arrastran los trineos de los esquimales existe una muy notable serie de reglas sociales. En realidad, estas reglas son muy parecidas a las de los lobos, con quienes esos perros están íntimamente emparentados. Cada jauría es solidaria con su jefe y con los demás miembros de ella. Su territorio lo determina el domicilio del esquimal que los alimenta. Puede ser que no sea más grande que el patio del esquimal, pero la jauría lo defiende vigorosamente de todo intruso y de todo miembro de otras jaurías. Algo interesante ocurre cuando el perro jefe y uno de sus subalternos son sorprendidos en el territorio de otra jauría. Esto, naturalmente, puede ocurrir por accidente. Pero si un perro jefe y uno de sus subalternos mientras cruzan el territorio de otra jauría, los miembros de esta los persiguen fieramente para expulsarlos. En ese caso, los dos intrusos corren a toda velocidad en dirección de su territorio, mientras los dueños de casa van en su persecución. Tan pro

El porqué de nuestro trabajo

Según cuenta la leyenda, un misionero cayó de un barco mientras navegaba en alta mar, y fue arrastrado por el agua hasta la orilla de una remota villa de nativos. Personas de la villa lo encontraron y lo cuidaron y curaron, ya que estaba casi muerto por la falta de comida y de agua fresca. Vivió entre ellos durante veinte años, adaptándose a su estilo de vida y forma de trabajo. No predicó sermones, ni tampoco les inculcó su fe. Tampoco les leyó ni recitó las Escrituras. No obstante, cuando alguien se enfermaba, él se sentaba con el enfermo, a veces durante toda la noche. Cuando estaban hambrientos, les daba de comer. Cuando se sentían solitarios, les ofrecía un oído para escucharlos. Enseñó al ignorante y siempre estuvo al lado del que se había equivocado. Llegó un día en el que los misioneros entraron a esta villa y comenzaron a hablarles a las personas acerca de Jesús. Luego de escuchar su historia, la gente de la villa insistía en que Jesús ya había estado viviendo con e

La Montaña Negra

"¡Voy a irme a la Montaña Negra!", gritó el pequeño Ricardo de cinco años. "Muy bien, si eso es lo que quieres, adelante", le respondió su madre abriendo la puerta y acompañándolo hasta el pórtico. Un manto de silencio cayó sobre él. Hacía rato que ya no había sol y la oscuridad de la noche cubría el paisaje. Por el resplandor de las estrellas, apenas veía la forma de la Montaña Negra en la distancia. En plena oscuridad, el niño escuchó el movimiento de un animal entre las plantas, y el aleteo de un ave en el cielo oscuro. De pronto, el corazoncito del niño latía con más rapidez, y se le había acelerado la respiración. Ir a la Montaña Negra había sido una mala idea. "¿Por qué habría dicho eso?", pensó. Se sentó en el pórtico abrazándose las rodillas contra el pecho, mientras una lágrima le rodaba por la mejilla al tratar de controlar el miedo. Desde la cocina, escuchó que su padre le decía: "Ricardo ¿quieres venir a cenar con nosotros?"

Escondido en una piedra ruda

Tenía toda la apariencia de una piedra común. Estaba redondeada, y era de color gris. Parecía una papa, y por cierto, papa la llamaban. La piedra estaba de venta en una exposición de minerales poco comunes en Plano, Texas. Un hombre la compró por diez dólares, se la llevó a su casa y la cortó con una sierra. Dentro de la piedra, tosca y vulgar, había un zafiro de 1.154 quilates. Cortado y pulido por John Robinson, pulidor profesional de piedras preciosas, el zafiro adquirió un valor que nadie pudo haber imaginado: ¡tres millones de dólares! "¡Es un zafiro absolutamente fantástico -exclamó Robinson-, el mejor que he visto en mi vida!" Una vez más se dio el caso que, dentro de una piedra que al parecer no tenía ningún valor, que los muchachos usarían para arrojársela a un perro o lanzarla por los techos, se escondía otra piedra, una piedra preciosísima que tenía un valor fabuloso. Hace algunos años en Australia un escultor pobre y fracasado compró, con los últim

Los barcos viejos

Cuando Hu Lizi abandonó la capital para regresar a su pueblo natal, el Primer Ministro puso un funcionario a su disposición para que lo acompañara. - Escoja para su viaje -le dijo- el barco del gobierno que más le guste. El día de la partida, Hu Lizi fue el primero en llegar al embarcadero. Había allí varios miles de embarcaciones amarradas a lo largo de la ribera. Hizo esfuerzos por reconocer los barcos del gobierno, pero fue inútil. Cuando llegó el funcionario que debía acompañarlo, le preguntó: - ¡Aquí hay tantos barcos! ¿Cómo distinguir los del gobierno? - Nada más fácil -contestó su interlocutor-. Aquellos que tienen el toldo agujereado, los remos quebrados, y las velas rajadas, son todos barcos del gobierno. Hu Lizi levantó sus ojos al cielo y suspirando dijo para sí mismo: "No es de extrañar que el pueblo sea tan miserable. ¡El emperador seguramente también lo considera como propiedad del gobierno!". Yu Li Zi